Precisión cirujana en alta mar
JOSÉ TORRES
Las vacaciones de unos suponen el esfuerzo de otros. Esta regla universal convierte los meses de verano en la temporada alta de los profesionales de Salvamento Marítimo. Sólo el equipo con base en el puerto de Málaga sumó el mes pasado una veintena de salidas para ayudar a personas en apuros. Las embarcaciones de recreo copan la mayoría de las incidencias. Lo dice Francisco Colomina mientras gobierna la Salvamar Alnitak rumbo a la bahía, donde van a realizar el ejercicio mensual con el helicóptero Helimer Andalucía, que viene de la base de Jerez de la Frontera. Al capitán le acompañan Narciso Quesada, el segundo patrón, y Antonio Fernández, el jefe de máquinas. Lo primero es lo primero y, nada más embarcar, Narciso explica a los intrusos los pasos a seguir en caso de emergencia, que en el mar nunca se sabe.
Uno de los rescatadores, durante el descenso entre el helicóptero y el barco de Salvamento Marítimo frente al litoral de la capital. Gregorio Torres
Fuera del puerto hay marejadilla con viento de suroeste de fuerza 2-3. El capitán detiene el barco a media milla de la playa de Huelin, a la altura de la chimenea de La Misericordia, y mantiene fija la proa contra el viento a la espera de avistar el helicóptero en el horizonte. Colomina aprovecha para explicar la última tecnología con la que cuenta el barco. Mientras uno de los dos radares dibuja el perfil de la costa y de los grandes buques, el capitán destaca el GPS Plotter, una carta de navegación electrónica o el AIS, un aparato en cuya pantalla aparecen los nombres, la bandera y la tipología de los grandes barcos que también usan el sistema.
El pequeño punto que se ve en el cielo de Guadalmar se convierte en apenas dos minutos en la espectacular panza de un helicóptero que se sitúa en la vertical del barco a apenas veinte metros de distancia. El capitán accede a la petición del piloto y cambia su orientación 180 grados para realizar el ejercicio sobre la proa del Alnitak. La precisión es milimétrica. A pesar de las rachas de entre 12 y 15 nudos y del vaivén las olas laterales, Francisco mantiene el barco fijo en su posición con los dedos de su mano izquierda. Es su bisturí. La tecnología ha reducido el clásico timón a una pequeña palanca a modo de joystick. Alnitak y Helimer no se pierden la cara nunca y del segundo comienza a descender un cabo que Narciso y Antonio recogen cómodamente.
Los marineros le dan con sus brazos la tensión suficiente como para que un compañero comience a descender desde el lateral del helicóptero. Baja despacio, indicando por la radio y con señas a sus compañeros el ritmo y dirección adecuados para alcanzar la proa del barco. La sincronización es la de una coreografía y el descenso es perfecto. Como el segundo, en el que también hacen bajar un maniquí y, acto seguido, una camilla. Los tres hombres de proa colocan el muñeco en la camilla que ascenderá por el cabo completamente horizontal. Con el herido en la aeronave, un segundo tripulante desciende del helicóptero para finalmente ascender juntos, fundidos en uno. Capitán y piloto dan por cerrado un ejercicio de rescate.