Entrevista rescatador Helimer
Foto: Carlos Pardellas
Hugo Dopazo participó en el rescate de los cinco tripulantes del 'Loa Zur', que se quedó a la deriva en medio de una ciclogénesis.
Gemma malvido a coruña 28.09.2020
Hugo Dopazo "mentiría" si dijese que siempre quiso ser rescatador o que de pequeño soñaba con descolgarse de un helicóptero para meterse entre las olas e intentar sacar del mar a navegantes en peligro, pero siempre ha estado vinculado al deporte y a las actividades náuticas, así que, preparando oposiciones, le llegó la posibilidad de convertirse en rescatador.. "Todo esto me ha venido, por así decirlo, de rebote", admite Dopazo que, en junio del año pasado, participó en la intervención de los cinco tripulantes del velero Loa Zur, que se quedó a la deriva en aguas coruñesas.
Para explicar cómo fue esa operación que "afortunadamente" acabó bien y con todos los navegantes a salvo, aunque con el velero perdido en el mar, Dopazo participó el pasado sábado en el ciclo de charlas Encuentros Inspiradores organizado por el Festival Mar de Mares.
"El servicio que hace el Helimer 401 es de activación. Tiene que suceder un problema para que nos llamen, pueden ser relacionados con el tema de la contaminación o de búsqueda y rescate", comenta Dopazo, cuyo puesto de trabajo está en Alvedro, en la base de Salvamento Marítimo, y en el helicóptero. En Galicia las intervenciones que se pueden dar de este segundo tipo, reúnen muchos condicionantes que las pueden complicar, "por la meteorología, el tráfico marítimo y la costa", relata este rescatador coruñés que, antes de entrar en Salvamento, en 2006, fue socorrista.
La intervención en el Loa Zur fue de esas, de las muy complicadas, así que, aunque no se acuerda de todas las operaciones que realizó a lo largo de su carrera, sí lo hace de esta. "Siendo 6 de junio nadie esperaba que se formase una ciclogénesis explosiva. Es algo anómalo en esas fechas. A un velero que estaba haciendo un tráfico marítimo le coge de imprevisto esta borrasca cuando se dirigía hacia España, con la mala suerte de que se encuentra en el peor punto de la tormenta, aproximadamente a unos 150 kilómetros de costa", relata Dopazo, que recuerda que, en tierra, se notaba "el día gris y mucho viento", lo que no se veía era la situación que había mar afuera, con olas de unos siete y ocho metros y un viento de más de 60 nudos.
Con esas condiciones, las velas del Loa Zur no resistieron, las perdieron y el motor no respondía, así que, la tripulación decidió activar la radio baliza. Entonces, se activó el servicio de rescate. "Fue complicado porque, aunque habíamos hecho ya más intervenciones de rescate de tripulaciones en este tipo de embarcaciones, las condiciones del mar eran mucho más complejas, porque el barco estaba cruzado al mar, las olas golpeaban el costado de estribor y eso hacía muy complicado que la forma normal de rescate saliese bien, así que, tuvimos que adaptarla", relata Dopazo.
Para ello, decidieron que los tripulantes saltasen de uno en uno para recuperarlos directamente del agua. "Era un riesgo", asume, pero sabían que tenían que ayudarles a salir de allí. Normalmente, los rescatadores se descuelgan del helicóptero y colocan una eslinga, que es una red que se pone por debajo de las axilas de los supervivientes. "Es una forma muy fácil de sacar a alguien de un acantilado o, en este caso, del agua. En este caso, las condiciones de mar y de viento eran tan extremas que los rescates con la eslinga se hacían muy dificultosos", recuerda Dopazo, que hace hincapié en la "elevada exigencia física" de la operación. "El riesgo de que pudiese surgir algún problema era muy elevado. Recuerdo que el segundo eslingado fue especialmente difícil porque nos pasaron varias olas por encima, tenía que estar aleteando constantemente para colocarle la red, el cable se reviró en uno de los brazos, tuve que deshacerlo y, mientras tanto, me iba cansando cada vez más", cuenta.
Cuando, finalmente, subió a este segundo tripulante y quedaban otros tres en el mar, se encontraba "exhausto" y había "tragado mucha agua", así que, pensaron durante unos instantes -tampoco tenían mucho tiempo para hacerlo- si sería mejor que continuase con la operación el segundo rescatador del helicóptero pero, ante la posibilidad de que se les hiciese de noche, decidieron que fuese Dopazo quien continuase con la intervención.
A partir de ahí, las cosas fueron mejorando. "En el tercer eslingado no hubo ninguna complicación, fue todo muy rápido y los íbamos haciendo cada vez mejor", recuerda. Eso no quita para que no se presentasen problemas. Y es que, una vez que empieza una intervención de este tipo, los candidatos a supervivientes del naufragio se tienen que guiar por lo que sus rescatadores les dicen, confiar en ellos y en que todo saldrá bien, aunque, a veces, los nervios y el miedo pueden traicionarlos.
"Tuvimos un pequeño problema con el último superviviente. Fue muy arriesgado, porque decidió saltar del velero cuando todavía estábamos rescatando al anterior. Estábamos en medio del mar y él estaba allí con un simple chaleco. La posibilidad de perderlo era muy alto, pero parte de la tripulación se fijó en que había saltado y pudieron ubicarlo en todo momento, dejando que el velero fuese arrastrado por el viento. Ahí ya nos olvidamos de la embarcación y nos centramos en la persona. En el último momento, cuando hice ya el último eslingado, recuerdo que miré al horizonte y vi unas luces en el cielo, luego comprobé que era el avión de Sasemar, el 102, que nos estaba dando cobertura de comunicaciones y logística para este rescate y fue un gran alivio ver el avión sobrevolar la zona, porque sé que, si hubiese pasado algo, ellos nos hubiesen echado un cable", comenta Dopazo.
En este caso, recuerda que las víctimas se comportaron "excepcionalmente bien". "El primero que salta sin saber qué es lo que va a suceder hace un acto de fe, cree en lo que le han dicho y, después... Que salga todo bien. Cuando el resto vio cómo se hacía la operación y que no entrañaba gran dificultad, se tranquilizaron, aunque alguno buscaba agarrarse al cable, intentaba asirse a cualquier cosa que había alrededor, pero gracias a los chalecos estaban a salvo", comenta.
Los protocolos de rescate, desde que empezó a trabajar en Salvamento, en 2006, no han cambiado mucho, aunque sí que se han ampliado, sobre todo, para crear maniobras específicas para salvar a deportistas de kite-surf o de parapente, que ahora son más populares que hace quince años.
"Lo que ha ido cambiando es la parte tecnológica y de la aeronave. El Helimer 401, por ejemplo, mejoró en la velocidad de la grúa, que es básico para nosotros porque cuando estamos colgados y tenemos que llegar a la cubierta de un barco o a un acantilado, cuanto más rápido nos bajen, menos tiempo va a tener que estar el helicóptero sobrevolando la zona", describe. Quien se ha metido en los protocolos para quedarse es, "como en todas las profesiones", es la mascarilla y el gel hidroalcohólico, que se ha integrado en el día a día, también en Salvamento Marítimo. La distancia de seguridad, en el helicóptero, ya se hace más complicada.
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